2. La reflexión sobre la mediatización de los datos recogidos.
Los primeros etnógrafos de la música fueron conscientes de las mediatizaciones y condicionamientos implicados en los modos de prospección de datos y de los riesgos que ello comportaba sobre las apreciaciones realizadas, las historias directamente escuchadas o el manejo de crónicas documentales. La conciencia de estos hechos, llevó a estos investigadores, en consecuencia, a comparar en muchas ocasiones opiniones, descripciones o documentos, como a menudo, queda confirmado en sus trabajos (Ixtlilxochitl,1985: 29 (11). Pero si respecto a la reconstrucción del pasado la comparación de fuentes orales y escritas no exime al historiador de crear un discurso propio e intencionado que colme los silencios que envuelven a los datos obtenidos (Lévi Strauss, 1988: 169), la mera observación del presente proporciona aún una mayor amplitud de silencios.
Durante ese período, la reflexión de los propios investigadores sobre la mediatización de sus modos de observación y captación de datos se revela, fundamentalmente, en torno al reconocimiento de sus propias deficiencias a la hora de realizar el "trabajo de campo". Entre ellas se podrían mencionar la insuficiencia del dominio del idioma, el escaso tiempo dedicado a la prospección de datos y la ausencia de un suficiente grado de confianza con la población local.
Si para el análisis de un texto Umberto Eco propone la idea de que la "intentio operis" pueda incluir la posibilidad de que el autor pretenda suscitar en el lector el potencial desarrollo de múltiples interpretaciones (1997), llevado este enfoque al "lenguaje de acción" (lenguaje por señas) -tan extendido entre conquistadores y expedicionarios-, abre aún mayores márgenes de opción sobre las que tejer el significado del mensaje.
Por otra parte, la rentabilidad de energías empleadas para la obtención de informaciones no ofrecía siempre un balance positivo. En consecuencia, los cuestionarios se simplifican, la directa observación y la escucha se privilegian sobre los esfuerzos comunicativos y la deducción intuitiva amplía sus habituales espacios y su complejidad. El teniente de navío, F. J. de Viana, durante su estancia en las islas Vavao, en Junio de 1793, presenciando un canto de mujeres dedicado a los expedicionarios, se preguntaba sobre la antigüedad o improvisación del canto, una difícil pregunta, sin duda, para cuya respuesta, sin palabras, hubo de cobijarse en sus propias referencias: "si juzgásemos por la facilidad con la cual todo el coro articulaba las mismas voces, podíamos inferir que su composición no era nueva" (Viana,1993:216).
Los problemas sobre los que Malinowsi reflexionaba, a comienzos de este siglo, en torno a las imperfecciones del "pidgin-English" como instrumento para la expresión de ideas (1995:22) habían sido ya explicitados por Garcilaso el Inca quien, a su vez, hacía suyas las palabras del Padre Maestro Blas Varela cuando escribía: "la manera que nuestros españoles -comenta- tenían para escribir sus historias era que preguntaban a los indios en lengua castellana las cosas que de ellos querían saber..., lo peor que en ello había era la poca noticia y mucha falta que cada uno de ellos tenía del lenguaje del otro para entenderse al preguntar y responder...En esta confusión tan grande el que les preguntaba tomaba a su gusto y elección lo que le parecía más allegado a lo que deseaba saber, y lo que imaginaba que podía haber respondido el indio" (1990:58).
En el caso de los Ilustrados de la Expedición Malaspina (1789-1994), la distribución temporal de las estancias de la flota a lo largo de su recorrido había sido proyectada desde la metrópoli en función de su grado de interés político. Ello pondrá justamente de relieve la disconformidad de algunos de sus tripulantes ante la obligada subordinación de los intereses culturales etnográficos a los político-estratégicos: "No pudiendo alejar la idea del poco tiempo que podemos permanecer en el lugar de nuestras observaciones, las hacemos al propio tiempo sobre cien objetos distintos y como es natural concluimos con saber poco con exactitud de cada uno" (Cevallos, 1793,16). Mientras que la estancia en Manila fue de más de seis meses, para Tonga se dispuso tan solo de diez días.
Entre el turista y el viajero humanista y expedicionario, la diferencia no es de naturaleza , sino de grado. La historia de los viajes nos enseña -tanto en el campo del dominio de la observación física como en el de los contactos humanos- que no está hecha sino de visiones superficiales, de ingenuidades, de credulidades, de torpezas, de invasiones y de indiscreciones más o menos corregidas -como señala Jean Didier Urbain (1991:85-86). Así, al observar las entusiastas expresiones musicales de acristianamiento, el franciscano Motolinía afirma que casi parece "no hay memoria de todo lo pasado" (Benavente,1971:384), mientras el dominico Diego de Durán entiende la clara superposición y adaptación de los ceremoniales como signo de engaño y maldad: "digo -escribe el dominico- que...viendo que sale el que los entiende, mudan el canto y cantan el cantar que compusieron a San Francisco, con el Aleluya al cabo, para solapar sus maldades y, en trasponiendo el religioso, tornan al tema de su ídolo" (1967:122).
La diplomacia, la paciencia o el ingenio demostrado por parte del visitado, observado o conquistado, de cara a asegurar su física y cultural supervivencia, tienen sus límites frente a la pretensión de los conquistadores, humanistas y expedicionarios por alcanzar la confianza del indígena. Garcilaso de la Vega, El Inca, a mediados del S.XVI, era consciente de ello: "...cuando me propuse redactar esta historia, escribí a mis condiscípulos de escuela...(los cuales) dieron cuenta de mi intención a su madre y parientes los que sabiendo que un indio, hijo de su tierra, quería escribir los sucesos de ella, sacaron de sus archivos las relaciones que tenían de sus historias y me las enviaron" (1990: 35) (12). De este modo, cuando los expedicionarios de Malaspina piden ver la danza de las mujeres de los Vavao deberán admitir su indiscreción y torpeza en términos caballerescos aunque el pintor prefiera personalmente optar por la idealización de la escena: "Vuna mandó que saliesen las mujeres al área...y aunque se juntaron hasta una docena de mujeres para bailar, fue esto ejecutado con tal frialdad y sobresalto que ya no deseábamos otra cosa sino ver acabado el desorden y poder regresar a bordo" (Pimentel, 1984: 218)
¿Qué cabe esperar de las observaciones realizadas en el recelo de los observados que han de considerar a sus investigadores como una molestia o un mal necesario, en la concepción de Malinowski? (1995:25). "Ellos no me esconden nada" -afirmaba el intérprete Máximo Rodriguez en el prólogo a su diario en Tahití en 1774 (1992)- mientras en las páginas de su diario comenta haberse negado a participar en la celebración de varios ritos y ceremonias que sin embargo posteriormente describe (13).
La actitud "no-participante" es un rasgo habitual en el observador de este período histórico, pero la actitud participativa no puede afirmarse que estuviera ausente de algunos expedicionarios, si atendemos a lo que se deduce de sus escritos. En cualquier caso, todas estas limitaciones parecen conducir, a aceptar la naturaleza teatral con que se desarrollaban las mutuas ceremonias musicales con que nativos y extranjeros se obsequiaban: Viana nos relata, en su estancia en el archipiélago de Mayorga, cómo, llegada la hora de comenzar los espectáculos, el ejército de los expedicionarios españoles realizó diversos desfiles y parodias de batalla disparando contra el mar, si bien previniendo antes a los nativos para evitar que las mujeres se asustasen. En correspondencia, los Vavao realizaron una danza del mismo signo guerrero, pero para no alarmarles "sustituyeron a las macanas por remos cortos u otros palitos" (Pimentel,1993:222). Por otra parte, las dificultades en la comprensión del lenguaje, las restricciones de tiempo y su ignorancia sobre los sistemas sociales, en los cuales se encontraban inmersos, hacían sentirse a los investigadores mucho más seguros en la realización de tareas de recolección de instrumentos musicales (14), copia de partituras o descripción de ceremoniales, que en la propia interpretación de cuanto acontecía a su alrededor.
La opción de siglos posteriores por la cuantificación y la descripción formal de las expresiones musicales parece, desde esta perspectiva, haber sido más el resultado del desenlace de un conjunto de limitaciones sufridas por el viajero-investigador que la evolución propia de un trabajo reposado y sedentario. Si el estudio descontextualizado del folklore en Europa se concentró, durante una buena parte de los siglos XIX y XX, en la catalogación de un patrimonio cultural que, en manos de las sociedades corales, contribuyó al desarrollo de los nacionalismos (Labajo:1989), por ejemplo su metódica aplicación a las manifestaciones musicales no europeas fue la consecuencia de la falta de comprensión de lo obvio, de la pérdida del sentido de las "obviedades elididas" que, por razones de inmersión cultural, en Europa podían ser sobreentendidas. Esta objetivada aproximación a las formas de la expresión musical, sin duda contribuyó a la pervivencia de imaginarios y a la creación de nuevos estereotipos culturales.